La fertilidad del suelo es algo tan sumamente IMPORTANTE que no tendría ni que mencionarlo. Sin embargo vivimos en un mundo en el que tendemos a separar los sistemas biológicos para un estudio por separado cuando, en realidad, ninguno es capaz de funcionar de forma aislada.
Voy a hacer una sencilla y obvia toma de conciencia sobre esto, ya que las abejas se alimentan de polen y néctar que encuentran en las flores, y las flores se alimentan de de los nutrientes del suelo, de ahí la importancia de que en la apicultura, el apicultor en realidad no necesita cuidar de las abejas. Las abejas han existido y superado la edad del hombre, han sobrevivido a glaciares, plagas, terremotos, incendios, diluvios… no tengo motivos para creer que necesitan de nuestra ayuda para sobrevivir. El apicultor es un pastor de abejas, al igual que el cabrero es pastor de cabras, y el vaquero pastor de vacas. Y es que la palabra pastor viene de pasto, porque el pastor era el encargado de cuidar el pasto para que los animales tuvieran qué comer de forma natural. Y así debería ser a día de hoy, reconocer nuestra labor de pastor y cuidar y ayudar a regenerar el suelo que nutre los alimentos de las abejas.
Las plantas también son pastores, pues gracias a sus raíces manejan el ganado del suelo (microbiología), y con sus flores manejan su ganado con alas: insectos y aves.
Un suelo fértil es capaz de capturar el carbono atmosférico. Cada vez que devastamos un bosque, que aramos una tierra, se libera ese carbono y el suelo pierde la capacidad de absorber ese carbono porque eso depende de la materia orgánica. El modelo productivo moderno, el modelo industrial, el agronegocio, se basa en provocar la infertilidad del suelo, y la sustitución de la fertilidad por insumos de síntesis, minerales y nutrientes solubles, que por otro lado ya deberían estar solubilizados por la materia orgánica, por la microbiología.

Cada vez que talamos un bosque y aramos, dejamos desprotegido el suelo, de forma que el sol, como gran antibiótico que es, mate todo lo que tiene que matar. Los microorganismos aerobios mueren al ser volteados por falta de oxígeno y, a su vez, los anaerobios mueren al estar arriba por el contacto con el oxígeno… glifosato, herbicidas, insecticidas… y se elimina toda la microbiología responsable de la fertilización de los suelos. Bajo este escenario, si viene una fuerte lluvia, arrastra toda la materia orgánica a lagos, esteros, ríos, que terminan contaminados por exceso de nitritos y fosfatos debido a la descomposición de la materia orgánica en agua, ya que esa materia orgánica debería quedarse en el suelo agarrado por la microbiología, que descompone los minerales complejos y los convierte en nutrientes solubles.
El suelo fértil es la base del sustento de la vida en el planeta «suelo». Podríamos decir que el suelo es el enorme borde entre el cosmos y la roca mineral. En el suelo se sustenta toda la vida sobre la tierra. La fertilidad y la riqueza y la capacidad de producción de alimentos del suelo está basada en su vida, en la macro y microbiología. Sobre todo en la microbiología del suelo: es hermoso y alucinante la relación que se establece entre los microorganismos, las plantas, los insectos, los animales… En el fondo, las plantas, a través de la fotosíntesis, entre otras cosas, producen azúcar.
A través de ese azúcar que producen las plantas transformando la energía del sol en nutrientes, alimento, en azúcares, producen néctar, con el que atraen a los polinizadores que les va a permitir su multiplicación. También las secretan a través de sus raíces, atrayendo a la microbiolgía y hongos que funcionan como verdaderas extensiones de sus raíces.
Esa microbiología que se alimenta de los azúcares responde en unión simbiótica biodisponibilizando nutrientes no solubles. Todos esos minerales que no son biodisponibles, son biodispobilinizados por los microorganismos que viven en el suelo.
¿Qué hacer si el suelo está muerto? hay que revivirlo con materia orgánica, con microbiología, no seguir matándolo para tener que poner superfosfato triple, NPK, un poco de calcio… sintético… con concentración de metales pesados, mercurio, cadmio, arsénico, etc, que es lo que luego nos comemos a través de los alimentos.

Con lo cual, los minerales no hay que ponerlos en el suelo en forma de químicos y sintetizados por la macroindustria agroalimentaria. Los minerales ya están en el suelo, sólo que, en algunos casos, no son biodisponibles cuando el suelo está muerto, es decir, no existe microbiología que ayude a la transmutación.
¿Qué agregaban nuestros abuelos al suelo? Estiércol. Siempre se ha funcionado con estiércol, guano…
No solamente el mineral está, sino que si no está, existe la transmutación de los elementos, es decir, hay minerales que se transforman en otros minerales por la acción enzimática y de temperatura que producen los microorganismos. Microorganismos que a través de determinadas enzimas, y aumento de temperatura transforman, por ejemplo, el hierro en fósforo, en un complejo proceso de alquimia natural.
Esta microbiología disponibiliza, transforma y le otorga a la planta los diversos minerales que requiere para su adecuada nutrición. Un suelo férttil alberga plantas saludables y nutridas, capaces de producir un polen saludable y un néctar que ayude a pastorear a los insectos polinizadores y a ves que contribuyan, con sus pequeñas acciones, a la fertilidad del suelo. Y contribuirá a que la abeja produzca una miel de calidad, saludable, y con un equilibrio adecuado de nutrientes biodisponibles para nuestro organismo.
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Que genial artículo. Acompañar a las abejas, sin romper ciclos naturales, muy bien hilado el tema; una invitación para mirar qué está pasando en el suelo para entender el entorno que las rodea.